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El arte de mostrar las heridas

Hay palabras que cuesta pronunciar. Palabras que se refieren al enemigo silencioso, aquel que arrasa y somete. Muchos han dejado su recuerdo tras una larga lucha perdida. No obstante, también hay otros que, haciendo honor a la leyenda de David contra Goliat, han vuelto a nacer.

Como auténticos soldados heridos después de un largo período de guerra, la vuelta a casa no es nada fácil. Volver a respirar sin tener que contar los minutos pensando que pueden ser los últimos y volver a vivir y no sobrevivir. Hay una cosa clara: nada volverá a ser como antes. La forma de ver el mundo, la fortaleza interior, el crecimiento personal, el valor de las cosas que hay a nuestro alrededor, las nuevas heridas y cicatrices, tanto las literales como las figuradas. Todo gira, todo cambia.

Esa palabra que tanto cuesta pronunciar… Esa herida que, al fin y al cabo, supone un gran orgullo. Sí, una herida de dolor que significa que nuevos tiempos se acercan. Una herida de dolor que representa nuestra lucha vencida. Una herida de dolor que, como dice el antiguo arte japonés Kintsukuroi, muestra nuestra mayor fortaleza.

Y es que las cicatrices imborrables de algo roto y reconstruido son un símbolo de fragilidad, fortaleza y belleza. Y así eres tú, guerrero de una lucha silenciosa y oscura. Frágil ante fuerzas mayores que tu cuerpo no puede sobrellevar. Fuerte mentalmente para que la constancia consuma cualquier enemigo. Bello por dentro y por fuerza con toda tu riqueza humana y tus marcas de guerra.

Porque el arte de mostrar las heridas es la mejor actitud ante la vida tras esa palabra que tanto cuesta pronunciar.

Nunca ocultes tus cicatrices. Recuerda siempre que las heridas te harán más grande.

Y tampoco olvides que las leyendas no son cosas de niños. Goliat fué vencido.

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